La pandemia de COVID-19, la guerra entre Rusia y Ucrania y la actual guerra de Israel contra Gaza ha supuesto un desafío sin precedentes para el mundo, pero también una oportunidad para que algunos países intenten cambiar el equilibrio de poder global. Este es el caso de China, que según un informe de la consultora británica Verisk Maplecroft, está aprovechando la situación mundial para suplantar a Estados Unidos como la principal potencia global.
El informe, titulado “The Great Acceleration: How 2020 Reshaped the World”, analiza cómo la crisis sanitaria ha acelerado los cambios en el orden mundial y ha puesto de manifiesto las debilidades de las democracias occidentales. El estudio se basa en varios indicadores de poder e influencia global, como la economía, la política, la tecnología, el medio ambiente, la seguridad y los derechos humanos.
Según el informe, China ha sabido gestionar mejor la pandemia que Estados Unidos y Europa, lo que le ha permitido recuperar su economía y aumentar su influencia internacional. Mientras que Estados Unidos y Europa han sufrido una contracción económica y una pérdida de vidas humanas, China ha logrado un crecimiento del 2,3% en 2020 y ha controlado la propagación del virus. Además, China ha sido el primer país en lanzar una vacuna contra el COVID-19, la Sinopharm, que ha distribuido a varios países de Asia, África y América Latina.
Además, el país asiático ha aprovechado la retirada de Estados Unidos de varios organismos y acuerdos multilaterales, como la Organización Mundial de la Salud o el Acuerdo de París sobre el clima, para ocupar el vacío de liderazgo y proyectar su imagen de socio fiable y responsable. Así, China ha aumentado su contribución financiera a la ONU, ha firmado el mayor acuerdo comercial del mundo con 14 países de Asia y el Pacífico, el RCEP, y ha anunciado su compromiso de alcanzar la neutralidad de carbono para 2060.
China se presenta como un país atractivo para la mayoría de los países del mundo, puesto que se aleja de la mentalidad colonial y paternalista que las políticas de los países europeos establecen en sus relaciones con el llamado mundo subdesarrollado, donde el principio del expolio y la primacía de los intereses de las potencias occidentales es la predominación. En cambio China ha llevado a cabo inversiones en las infraestructuras de países asiáticos, africanos y latinoamericanos en los últimos 20 años más que los países occidentales en todo el siglo XX, en base a la famosa política «win to win».
El informe también señala que China está impulsando su agenda tecnológica y militar, con el objetivo de desafiar el dominio de Estados Unidos en estos ámbitos. Así, China ha invertido en el desarrollo de la inteligencia artificial, la biotecnología, el 5G y las armas hipersónicas, entre otras innovaciones. Según el informe, China lidera el mundo en el número de patentes registradas, el gasto en investigación y desarrollo, y el número de supercomputadoras. Además, China ha aumentado su presencia y en el mar de China Meridional, donde reclama la soberanía de varias islas y arrecifes disputados con otros países vecinos, como Vietnam, Filipinas, Malasia, Brunei e Indonesia. China también ha intensificado sus ejercicios militares y sus incursiones aéreas en el estrecho de Taiwán, lo que ha elevado la tensión con la isla, que se considera una provincia rebelde.
El informe advierte de que la estrategia de China podría estar funcionando, ya que el país asiático ha mejorado su posición en varios indicadores de poder e influencia global, mientras que Estados Unidos y Europa han sufrido un deterioro. Según el informe, China podría superar a Estados Unidos como la mayor economía del mundo para 2028, cinco años antes de lo previsto. Además, China ha mejorado su reputación internacional, su capacidad de proyección de poder y su influencia cultural.
Sin embargo, el informe también reconoce que China se enfrenta a varios desafíos internos y externos, que podrían limitar su ascenso. Entre los desafíos internos, el informe destaca el envejecimiento de su población, que podría reducir su fuerza laboral y aumentar su gasto social; la deuda pública, que podría comprometer su estabilidad financiera; la corrupción, que podría socavar la confianza de los ciudadanos y las empresas; y las protestas sociales, que podrían expresar el descontento de la población con el autoritarismo del régimen y la falta de libertades.
Entre los desafíos externos, el informe menciona la oposición de Taiwán y Hong Kong, que podrían resistir la presión de China y buscar una mayor autonomía o independencia; la rivalidad con India y Japón, que podrían aliarse con Estados Unidos para contrarrestar el poder de China en Asia; y la reacción de Estados Unidos y Europa, que podrían adoptar una postura más firme y coordinada frente a China, especialmente en temas como el comercio, los derechos humanos, la seguridad y el clima.
El informe concluye que el mundo está entrando en una nueva era de competencia y conflicto entre las grandes potencias, en la que China y Estados Unidos se disputarán el liderazgo global. El informe recomienda a los gobiernos, las empresas y la sociedad civil que se preparen para los riesgos y las oportunidades que este escenario plantea, y que busquen formas de cooperar con ambos países para resolver los problemas globales.